Hagan el experimento. Den un paseo por su barrio y se darán cuenta. Salvo un par de bares (posiblemente más), una panadería y algún comercio de Todo a un Euro – que solemos conocer como ‘El chino’, no hay más comercios locales. Piensen en 15 años atrás. Dónde está la droguería y perfumería donde comprábamos de niños los regalos a última hora. Y la pastelería en la que nos pesaban las patatas y, si cogíamos de humor a su dueña, hasta nos tocaba un poco del caldo de las cebollas en vinagre… ¿dónde está? Por no hablar de la papelería en la que todos los septiembres había una cola interminable para comprar los libros del colegio. Todavía sigo sin entender por qué había siempre alguna asignatura cuyo libro se agotaba antes de empezar el curso. ¿Dónde está esa papelería con el olor a lápiz nuevo y papel de fotocopia?
La respuesta es fácil. Han desaparecido.
Es posible que alguno de estos ejemplos de comercio sigan existiendo, pero también es innegable que su merma es notable. Sin embargo, ¿cuántos Mercadonas, Días o Carrefours no han visto en este mismo paseo?. Seguro que de estos no faltan ni uno.
Pues bien, detrás de cada pequeño comercio, de cada carnicería o pescadería de barrio, había un tendero o una tendera, y por supuesto su familia. La desaparición de empleo y, por supuesto, de poder adquisitivo ha sido enorme. ¿Culpables? Podríamos esforzarnos en buscar más allá de nuestra casa, en hablar de globalización y capitalismo. Pero lo cierto es que, un día, dejamos de comprar ahí porque abrió el centro comercial y nos olvidamos de esos tenderos y de todas las ventajas que suponía comprar en la esquina de casa, al que también era nuestro vecino.
Como sería arrogante, además de imposible, cambiar el sistema con las pocas armas que como ciudadanos tenemos, habrá que conformarse. Lo que no quiere decir que la lucha no tenga que continuar. Todos y cada uno de los habitantes de cualquier barrio deben saber que les queda un arma: el poder del consumidor.
Y abro el debate… ¿realmente comprar en grandes superficies nos ha traído tantas ventajas? ¿Ahorramos dinero? ¿O al final todo lo que ahorramos lo acabamos gastando en chorradas que nos ofrecen esas multinacionales con maravillosos envoltorios imposibles de evitar?